¿Crisis, resurgimiento o muerte? El PJ bonaerense busca reinventarse en medio de fracturas históricas
Con internas sin resolver y desafíos inéditos, el peronismo provincial anticipa una elección clave antes de fin de año.

En un escenario marcado por la erosión de liderazgos y la tensión entre facciones, el Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires se encamina hacia la renovación de su conducción. Máximo Kirchner, actual presidente del PJ bonaerense y figura central del sector alineado al kirchnerismo, anunció la inminente convocatoria a elecciones internas, una jugada que busca ordenar el espacio, pero también exponer la profundidad de sus fracturas.
El mandato de Máximo Kirchner concluye en diciembre de 2025, pero la presión interna obliga a adelantar la discusión sobre el rumbo del partido. Las disputas se intensificaron en los últimos meses, agravadas por el caótico cierre de listas para las elecciones provinciales de septiembre y las legislativas nacionales de octubre. Sin un liderazgo verticalista que marque el camino, el peronismo bonaerense muestra síntomas de fatiga y desorientación.
Para entender el laberinto interno del PJ, es clave observar cómo la ausencia de primarias competitivas y la falta de un modelo de alternancia generaron un clima de incertidumbre. Figuras cercanas a Máximo Kirchner desafían abiertamente a los críticos: "Ahora tendrán la oportunidad de competir en igualdad de condiciones", deslizan desde su entorno. Sin embargo, la posibilidad de un consenso no está descartada, aunque parece lejana ante la magnitud de las diferencias entre el cristinismo y el sector ligado al gobernador Axel Kicillof.
El trasfondo de esta crisis remite a un fenómeno recurrente en los partidos dominantes de tradición populista: la incapacidad de adaptarse a contextos de cambio social y demanda de transparencia. Mientras otros países de la región –como Chile o Uruguay– han transitado procesos de modernización partidaria con reglas claras e institucionalidad fuerte, en la Argentina el verticalismo peronista fue perdiendo eficacia. El resultado: un aparato que privilegia la supervivencia interna sobre la representación social.
A diferencia de experiencias exitosas, donde la competencia interna se traduce en renovación y apertura, el PJ bonaerense parece atrapado en una lógica de autodefensa y preservación de privilegios. Los gremios y sindicatos aliados, lejos de impulsar reformas, suelen bloquear cualquier intento de apertura económica o ajuste del gasto estatal. Esta resistencia a la modernización ha impedido la adopción de políticas que en otras latitudes generaron crecimiento y bienestar, como la desregulación, la liberalización comercial y la reducción del peso estatal.
El contraste con el rumbo actual del país es nítido. El gobierno de Javier Milei y su equipo de La Libertad Avanza han puesto en marcha una agenda de reformas que, aunque resistida por los sectores tradicionales, ya empieza a mostrar resultados: la inflación anualizada muestra una marcada desaceleración, según datos del INDEC, y la confianza del consumidor repunta tras años de estancamiento. El ajuste fiscal y la apertura al capital privado están sentando las bases para una recuperación sostenida, aún frente a la incertidumbre política.
Mientras tanto, el justicialismo bonaerense encarna el dilema de los partidos que no logran reinventarse: ¿apostar por la autocrítica y la renovación, o atrincherarse en viejas prácticas? La sociedad argentina, harta de promesas incumplidas y de un Estado omnipresente pero ineficiente, exige respuestas concretas y un compromiso genuino con el cambio.
Quienes se oponen a las reformas suelen presentarse como defensores de los derechos conquistados, pero en los hechos protegen un sistema que perpetúa la desigualdad y la ineficiencia. Las internas del PJ bonaerense, más que una simple disputa de cargos, reflejan la batalla entre el pasado y el futuro de la política argentina.
El camino por delante no será fácil para el peronismo provincial. Si la dirigencia insiste en esquivar las reformas estructurales que hoy demanda la ciudadanía, corre el riesgo de perder relevancia ante una sociedad cada vez más conectada, informada y exigente. Casos como el de Nueva Zelanda, que en los años 80 implementó un shock de reformas de mercado y privatizaciones con resultados sobresalientes, demuestran que la apertura, la competencia y la eficiencia estatal no solo son posibles, sino deseables.
El desafío para el PJ bonaerense es claro: superar la lógica de reparto interno, abrazar la modernización y abrirse a la ciudadanía. Solo así podrá dejar de ser un obstáculo para el desarrollo y volver a ocupar un lugar relevante en la vida institucional del país.
Reflexión final: La democracia y la libertad económica no son compatibles con partidos cerrados y estructuras anquilosadas. Es hora de que los actores políticos asuman su responsabilidad histórica, se animen a las reformas profundas y dejen atrás el clientelismo y la defensa del statu quo. La Argentina necesita partidos abiertos, modernos y competitivos, capaces de acompañar el salto institucional y productivo al que aspira la sociedad. La resistencia al cambio solo posterga el bienestar de millones. El futuro no espera.