Un respiro para Argentina: la Cámara de Nueva York frena la entrega de YPF en la pulseada judicial
La Justicia de EE.UU. otorga a la Argentina tiempo clave para apelar sin ceder control de la petrolera estatal

El litigio internacional por el destino de YPF volvió a sacudir la agenda económica y política argentina con una decisión que, al menos por ahora, otorga cierto alivio al gobierno de Javier Milei. La Cámara de Apelaciones del Segundo Circuito de Nueva York suspendió la orden que obligaba al Estado argentino a entregar el 51% de las acciones de la petrolera a los fondos Burford Capital y Eton Park, en el marco de una de las demandas más costosas de la historia reciente del país. Esta pausa judicial se da mientras se resuelven las apelaciones pendientes, un respiro que permite al Estado conservar el control sobre un activo estratégico en plena transición de modelo económico.
A diferencia de la costumbre local, donde apelar frena la ejecución de una sentencia, en el sistema estadounidense el efecto suspensivo no es automático. Se requiere una decisión expresa del tribunal y, en este caso, la Cámara entendió que la complejidad del proceso y las implicancias internacionales justifican proteger la participación estatal hasta que se resuelva el fondo del asunto. La medida también contempla la presentación del gobierno de Donald Trump como amicus curiae, lo que suma presión política y legal en el tablero internacional.
Para comprender el dilema que enfrenta la Argentina, es esencial repasar el origen del conflicto. La expropiación de YPF en 2012, bajo la administración de Cristina Fernández de Kirchner, se realizó incumpliendo las reglas de oferta pública obligatoria, tal como estipula el estatuto de la empresa desde su salida a Wall Street en 1993. El entonces viceministro Axel Kicillof justificó la maniobra con argumentos que, lejos de tranquilizar a los inversores, profundizaron el escepticismo sobre la seguridad jurídica del país. "Cumplir la ley sería de tontos", llegó a declarar ante el Congreso, una frase que hoy pesa como evidencia en las cortes de Nueva York.
Los fondos demandantes, Burford Capital y Eton Park, alegan que el Estado argentino debió lanzar una oferta por la totalidad accionaria al superar el 15% de participación, según el artículo 7 del estatuto. Al omitir este paso, se gestó una demanda que, en septiembre de 2023, resultó en una condena de más de US$16.000 millones, una cifra que equivale a casi el 3% del PBI argentino y que amenaza con asfixiar cualquier intento de recuperación macroeconómica.
La defensa argentina sostiene dos frentes en paralelo: la apelación por la sentencia indemnizatoria y la oposición a la entrega de acciones. Actualmente, todas las partes han presentado sus escritos y se espera una audiencia clave para la última semana de octubre. De confirmarse el fallo adverso, la presión sobre las reservas internacionales y la reputación país podría volver insostenible la posición del Estado en los mercados globales.
No es casual que la gestión de Milei celebre este compás de espera. La estrategia oficial apunta a evitar la pérdida de activos mientras se despliega un plan de reformas estructurales que incluye apertura comercial, reducción del gasto público y privatizaciones selectivas. El caso YPF sintetiza los desafíos del pasado reciente: estatizaciones improvisadas, seguridad jurídica erosionada y el peso de decisiones políticas guiadas por ideología más que por racionalidad económica.
En el terreno internacional, la experiencia argentina no es única. Países como Venezuela o Bolivia también enfrentaron litigios multimillonarios tras nacionalizaciones intempestivas, con resultados catastróficos para su credibilidad y acceso al crédito. En contraste, naciones que optaron por marcos regulatorios estables y respeto a la propiedad privada, como Chile o Perú, lograron atraer inversiones y sostener crecimiento incluso en contextos adversos.
La suspensión de la entrega de acciones no elimina el problema de fondo. Si Argentina incumple una eventual orden definitiva, el impacto sería principalmente reputacional, ya que las acciones están bajo jurisdicción local y los tribunales de Nueva York carecen de herramientas prácticas para forzar la transferencia. Sin embargo, en un contexto donde el gobierno busca reinsertarse en los mercados internacionales y captar capital, la confianza es un activo tan valioso como las reservas del Banco Central.
Para entender por qué este caso es emblemático, conviene repasar algunos puntos esenciales: - La estatización de YPF en 2012 se realizó sin cumplir los estándares internacionales de protección al inversor minoritario. - La condena judicial representa una de las mayores sanciones a un Estado por violación de estatutos empresariales. - El costo potencial del litigio supera ampliamente el presupuesto anual de áreas clave como salud o educación. - El gobierno actual asume la defensa de un problema heredado, mientras impulsa reformas para evitar que errores similares se repitan.
El desenlace del conflicto judicial será determinante para el futuro de la política energética y la estrategia económica en Argentina. Si el Estado logra revertir o atenuar la condena, sentará un precedente para la gestión responsable de empresas públicas y la necesidad de reglas claras. Si, por el contrario, se confirman las sanciones, el costo recaerá sobre toda la sociedad, recordando el precio de la improvisación estatal y el desprecio por la seguridad jurídica.
A la luz de experiencias internacionales, la única vía sostenible es apostar por la transparencia, la apertura al mercado y el respeto irrestricto a los contratos. Sólo así Argentina podrá dejar atrás el ciclo de litigios costosos y recuperar el atractivo para inversores dispuestos a apostar por el potencial del país.
Queda así una reflexión ineludible: cada vez que el Estado interviene sin respetar normas, son los ciudadanos quienes asumen las consecuencias. Apostar por la libertad económica y la previsibilidad institucional no es solo un eslogan: es la única garantía de desarrollo y bienestar duradero.