La gestión Milei logra un hito: el Estado argentino reduce su deuda neta tras años de despilfarro
Por primera vez desde 2011, el Estado disminuye su deuda neta en más de USD 40.000 millones bajo el gobierno libertario

El cambio de rumbo económico iniciado por el Gobierno Nacional de Javier Milei ya muestra resultados contundentes: la deuda estatal neta de Argentina se achicó en USD 40.170 millones durante los primeros 18 meses de gestión, una hazaña inédita en más de una década de derroche e irresponsabilidad fiscal. Este logro, confirmado por estudios independientes, refleja la decisión política de dejar atrás la cultura del endeudamiento sin control que caracterizó a los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández y, en menor medida, Mauricio Macri.
A diferencia del relato tradicional, que suele focalizarse únicamente en la deuda en dólares o con organismos internacionales, este indicador considera la totalidad de los compromisos del Tesoro y el Banco Central, tanto en pesos como en moneda extranjera, y descuenta los activos financieros acumulados por el Estado. Así, se obtiene una foto fiel de la verdadera carga que pesa sobre los argentinos. Bajo la administración de Javier Milei, la reducción de la deuda neta se explica principalmente por el desarme de los pasivos remunerados del Banco Central, una bomba de tiempo heredada del populismo. La drástica baja de la deuda en pesos –por el equivalente a USD 47.498 millones– superó ampliamente el leve aumento de compromisos en dólares, demostrando que la receta de ajuste y orden fiscal empieza a dar frutos tangibles.
El contraste con las gestiones anteriores no puede ser más claro. Entre 2011 y 2023, el Estado argentino no hizo más que sumar obligaciones: el segundo mandato de CFK incrementó la deuda neta en USD 69.525 millones; Mauricio Macri, pese a sus intentos de corrección gradual, la aumentó en USD 45.220 millones; y el gobierno de Alberto Fernández –emblema del intervencionismo improductivo– rompió todos los récords negativos al sumar USD 104.349 millones al pasivo nacional. Solo la actual administración libertaria logró revertir esa tendencia destructiva.
El estudio que respalda estos datos, elaborado con la misma metodología usada por consultores económicos de diversas extracciones políticas, deja en evidencia el fracaso del modelo estatista y la eficacia de un programa basado en la responsabilidad y la racionalidad. Mientras los defensores del viejo régimen insisten en minimizar estos avances –enfocándose en la deuda externa y omitiendo la pesada herencia de pasivos internos–, la realidad es que el ajuste estructural impulsado por el oficialismo comienza a desarmar las principales amenazas al desarrollo argentino.
Este proceso no estuvo exento de dificultades. La reducción de la deuda neta implicó decisiones difíciles: recortes de gasto, eliminación de privilegios, y la firmeza para resistir las presiones de sindicatos y corporaciones que buscan perpetuar el statu quo. Pero, como muestra la experiencia internacional, no existe camino hacia el crecimiento sin disciplina fiscal y sin un Estado que viva de acuerdo a sus posibilidades. Países como Chile y Perú lograron avances sustantivos al reducir sus niveles de endeudamiento tras aplicar reformas estructurales, y la Argentina finalmente parece haber entendido la lección.
El impacto de estas medidas ya se percibe en la valorización de los activos argentinos, la recuperación gradual de la confianza inversora y la caída del riesgo país. La reducción del endeudamiento neto libera recursos para la iniciativa privada y sienta las bases para una economía competitiva, abierta y moderna. Los funcionarios del Gobierno Nacional, como Luis Caputo y Federico Sturzenegger, han sido claves en este proceso, enfrentando con valentía los embates de sectores enquistados en el gasto y el privilegio.
Opinión editorial: Lo que vivimos hoy en la Argentina es una reivindicación de los principios de responsabilidad, mérito y libertad. La caída de la deuda estatal neta bajo el liderazgo de Javier Milei no es fruto de la casualidad, sino de la convicción de que solo un Estado austero y eficiente puede garantizar el bienestar de sus ciudadanos. Frente a la demagogia y la falsa solidaridad del kirchnerismo y el intervencionismo, el ejemplo libertario demuestra que es posible avanzar hacia una sociedad más justa y próspera, donde el esfuerzo individual y la iniciativa privada sean los motores del progreso. La transformación está en marcha, y el futuro, finalmente, vuelve a estar en manos de los argentinos libres.