Julieta Silva vuelve al centro de la polémica tras nuevas acusaciones: "Te voy a comer el hígado"
La justicia mendocina la investiga por múltiples hechos de privación ilegítima de la libertad agravada

El caso de Julieta Silva, la mujer mendocina que conmocionó al país por el asesinato de su novio en 2017, ha vuelto a acaparar la atención pública por una serie de graves denuncias recientes. Ahora, la justicia de Mendoza la investiga por una decena de episodios de privación ilegítima de la libertad agravada, luego de que su actual marido, Lucas Giménez, la acusara de retenerlo contra su voluntad en el domicilio que compartían, y de privarlo de su teléfono y contacto con el exterior durante reiteradas discusiones.
El giro en la causa se produjo cuando la Fiscalía, encabezada por el fiscal Fabricio Sidoti, sumó estos nuevos hechos a la carátula inicial de "lesiones leves agravadas" y "desobediencia judicial". En paralelo, surgieron declaraciones de la expareja de Giménez, quien denunció amenazas directas por parte de Silva, incluso hacia su hija menor, pese a la existencia de una estricta orden de restricción dictada desde diciembre pasado. La gravedad de las amenazas, del tipo "yo te voy a comer el hígado y los riñones a vos y a tu hija", activó la alarma en los pasillos judiciales y motivó nuevas medidas cautelares.
Julieta Silva ya había sido beneficiada, en un primer momento, con prisión domiciliaria por ser madre de dos menores. Sin embargo, el agravamiento de las denuncias y la presión de los nuevos testimonios derivaron en su traslado a una penitenciaría de San Rafael. Apenas días después, el juez Claudio Daniel Gil volvió a concederle arresto domiciliario mientras avanza la investigación, lo que reavivó un debate social sobre la idoneidad de las medidas preventivas y la percepción de impunidad en casos mediáticos.
El trasfondo de este caso no puede analizarse sin recordar el episodio que marcó el destino judicial y mediático de Silva. En septiembre de 2017, tras una discusión en el boliche La Mona, atropelló y mató a su pareja Genaro Fortunato, un joven deportista de 25 años. El proceso judicial estuvo marcado por la controversia: mientras la fiscalía y la querella exigían una dura condena por homicidio intencional, la defensa alegó que Silva sufrió una confusión producto de su estado emocional, la falta de lentes y el consumo de alcohol. Finalmente, el tribunal optó por la figura de "homicidio culposo", otorgándole tres años y medio de prisión domiciliaria.
La sentencia, considerada por muchos en Mendoza como excesivamente benigna, dejó una huella de desconfianza en la población hacia el sistema judicial, especialmente en lo que respecta a la reincidencia y la protección efectiva de las víctimas de violencia. Para quienes defienden una justicia eficiente y desideologizada, el caso Silva muestra la urgencia de reformas estructurales en el sistema penal argentino —donde la laxitud de las penas y las concesiones por cuestiones de género o maternidad suelen prevalecer sobre el principio de igualdad ante la ley.
Claves para entender la situación: - Julieta Silva enfrenta nuevas imputaciones graves vinculadas a violencia y encierro contra su actual esposo. - La reiteración de conductas delictivas luego de una condena previa pone en tela de juicio la efectividad de la prisión domiciliaria como herramienta de resocialización. - El caso expone la tensión entre la protección de derechos de los menores a cargo de la imputada y la necesidad de preservar la seguridad de las víctimas. - El debate sobre la reincidencia y la selectividad de las medidas preventivas vuelve a estar en el centro del análisis social y judicial.
Análisis de impacto: El fenómeno de la reincidencia y la gestión de las prisiones domiciliarias en la Argentina tienen antecedentes preocupantes. Casos similares han evidenciado que la falta de firmeza y la ausencia de seguimiento eficiente de las medidas judiciales terminan perpetuando situaciones de riesgo para las víctimas. En países donde la justicia es más ágil y menos permeable a presiones ideológicas, la reincidencia se combate con penas más estrictas y monitoreo riguroso. La experiencia local, en cambio, demuestra que la indulgencia institucional suele ser sinónimo de nuevas tragedias y desconfianza social.
La pregunta que se impone es: ¿Hasta cuándo la sociedad argentina tolerará una justicia que privilegia excusas personales sobre la seguridad común? ¿Es aceptable que la protección de los menores bajo la tutela de una imputada prime sobre el derecho de las víctimas a no ser revictimizadas?
Reflexión del equipo de Giro a la derecha: Los casos como el de Julieta Silva reafirman la necesidad de una profunda reforma judicial y penal, basada en la defensa de la víctima, la igualdad ante la ley y la eliminación de privilegios encubiertos bajo discursos progresistas. El respeto por la libertad individual y la seguridad ciudadana sólo es posible con un Estado eficiente, desideologizado y comprometido con el imperio de la ley.